domingo, junio 28, 2009

Oaxaca 1

Es verdad. Nos robaron todas las palabras,
todas las promesas sobre las olas,
todos los sonidos sobre la espuma.
En otro tiempo, tu corazón: milagro de las horas,
fue devorado por abismos
donde habitan lobos y serpientes.
Y aprendiste a volar con alas rotas,
y a caminar con medio corazón.

Princesa de las horas (fragmento)



Karnain decía que el arte es un puente, un puente que une todo aquello que puedes ver, oír, oler, tocar, etc. y todo aquello que no. Escribí estas palabras hace dos años, pero no sabía que eran para ti. La otra noche, mientras estabas acostada, llorando en silencio, supe que aunque no te conociera, estas palabras eran para ti, y lo sé porque no es coincidencia que tu estés allá, en esa ciudad y que yo, dos años antes, hubiera estado allí, Quizá pienses que soy un tonto, quizá eso que llamamos realidad es demasiado fuerte para dejarnos ver que aún en la distancia y el tiempo, hay un puente, un puente invisible capaz de atravesar nuestros sentidos y llegar hasta este momento, o quizá todo es una coincidencia. Para ser sincero, lo único que me importa, es saber que ahora existe una ciudad, calles, aire, personas, cosas que viven y respiran y que por un momento, unas breves horas, tu y yo, pertenecimos a ese especio del mundo donde todas las cosas son posibles. Si lo pienso bien, todo ocurrió como debía ocurrir, la noche, nuestro cansancio, nuestros besos, las lágrimas, todo.

No hay vuelta atrás, y me refiero a que, al menos para mi, solo hay un camino, hacía adelante, hacía tus ojos, hacía tus besos, hacía ti. Aún me pregunto qué cosas pasan dentro de tu corazón, qué cosas debo o puedo hacer, para que....

Iba a escribir, para que me ames, pero me doy cuenta que soy un tonto, nada de lo que haga, piense o diga, puede hacer que me ames, solo puedo darte lo que soy. Eres tu quien debe decidir si amarme o no, a pesar de mi mismo, a pesar de tus alas rotas y de tu medio corazón.

No, no te amo del modo en que he amado, y no sabes como agradezco que sea así. Te amo, allá, en esa ciudad, en el aire que huele a chocolate, en el sol y las montañas, y las campanas de las iglesias que repican a las seis de la tarde y en la niebla húmeda a las cinco de la mañana.