martes, marzo 15, 2011

Disertaciones acerca de la muerte y la vida del hombre.


La muerte no ese esa catástrofe en que la vida se apaga,
ni esa violenta marea de historias en las que miles de personas
sufren y lo pierden todo, al menos creen perderlo todo.

La muerte no es la maldad del hombre que se vierte
sobre las calles en que drogadictos y prostitutas se apuestan
ni las balas de las armas que rozan la cabezas de soldados,
ni nada que se le parezca a la muerte

Si te matan o te mueres, eso no es la muerte.

La muerte es un hombre vestido de traje, camisa y corbata
que camina por la calle hacía ningún sitio y de ninguna parte,
y es la mujer que espera en la fila con el carrito del supermercado,
es algo en los gritos obscenos de  los niños a la hora en que salen de clases,
y la muerte es creer que la vida es perpetua e inalterable.

La muerte es un engaño:
una voz dulce que susurra en la noche,  y la muerte es tu voz,
es un par de ojos,  son tus ojos, que miran solo aquello que quieren ver
y es también tu boca y tu nariz y tu piel
y todas las cosas que te rodean y que te dicen que todo está bien
que de un modo oscuro y misterioso la muerte es algo lejano
casi inexistente, algo que le ha sucedido a los muertos, pero jamás a ti.

La vida, en cambio, es una guerra cruel y despiadada,
y no creas salir vivo de las mil batallas.
A veces pienso que el único modo de vivir es riéndonos de la vida
y de lo absurdo de la muerte, de lo espantoso del futuro
y reírnos fuerte del pasado, sin esperar nada
y esperándolo todo.

La vida es ese lugar lejos de la muerte que no tiene descanso,
es un mar de olas inagotables y tormentas con nubes grises
y campos de uvas y girasoles que no mueren.

jueves, enero 20, 2011

Cansancio

Estoy

Lo sé

No con esa certeza de la razón,
ni con esa seguridad del corazón
ni con la certidumbre de las cosas que me lo dicen.

Estoy cansado, hasta el punto en que no tengo fuerzas para extrañar

a mis amigos,
ni las cosas que solía hacer con ellos.
Y tampoco puedo extrañar los ratos del café
en que me siento a escribir todas las cosas.

y de pronto, cuando por alguna rendija de esta armadura
se cuelan las ganas de vivir
me miro y pienso en todas las cosas inutiles que tengo por hacer.