Nadie se fijó en esta escena; pasaban la mirada por encima, como por algo secundario, probablemente decorativo. Con excepción de una sola persona, nadie pareció comprender que esa escena constituía algo esencial. Fue el día de la inauguración. Una muchacha desconocida estuvo mucho tiempo delante de mi cuadro sin dar importancia, en apariencia, a la gran mujer en primer plano, la mujer que miraba jugar al niño. En cambio, miró fijamente la escena de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del mundo entero; no vio ni oyó a la gente que pasaba o se detenía frente a mi tela.
La observé todo el tiempo con ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras yo vacilaba entre un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. ¿Miedo de qué? Quizá, algo así como miedo de jugar todo el dinero de que se dispone en la vida a un solo número. Sin embargo, cuando desapareció, me sentí irritado, infeliz, pensando que podría no verla más, perdida entre los millones de habitantes anónimos de Buenos Aires. Esa noche volví a casa nervioso, descontento, triste.
Hasta que se clausuró el salón, fui todos los días y me colocaba suficientemente cerca para reconocer a las personas que se detenían frente a mi cuadro. Pero no volvió a aparecer. Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo, sólo pinté para ella. Fue como si la pequeña escena de la ventana empezara a crecer y a invadir toda la tela y toda mi obra."
-Ernesto Sábato (El Túnel)
Empece este post con un fragmento de esa novela, que cuando lo leí, me senti profundamente impresionado. Mas adelante Sabato escribe que aquella muchacha (Maria Iribarne) era algo asi como el único ser que lo comprendia: Sólo existió un ser que entendía mi pintura. Mientras tanto, estos cuadros deben de confirmarlos cada vez más en su estúpido punto de vista. Y los muros de este infierno serán, así, cada día más herméticos.
Ahora me doy cuenta que él (Sabato), pensaba como yo lo pensé en algún momento, es decir, que podía existir alguien en el mundo que lo entendiera. Peor aun, yo me sentía cappaz de entender a alguien más.
Sé que todas las veces que me enamore, todas las mujeres que amé, en realidad tenian un valor, un valor humano, pero también el valor que yo les daba, cómo escribí aquella vez: "Estás a punto de perderlo todo, y aún, en realidad, no estás perdiendo nada. Eso es quizá lo que más me duele. Pero al menos vas a perder mi amor, mi amor que nunca ganaste, porque ya era tuyo desde antes."(marzo 05 2006)
Pensaba que ellas, las que NO me amaron en verdad podían amarme y entenderme (en ese momento), quizá si yo fuera diferente, con mayores méritos, más guapo o más rico... Hoy me doy cuenta que en realidad ellas NO me merecían, ni me merecen ahora, yo tampoco merezco a esas mujeres. No quiero decir que ellas o que yo tengamos un valor superior, sino que simplemente ellas no eran capaces de apreciarme y yo veía a ellas algo que no era real. No las culpo, ni me culpo a mi mismo. Aunque pienso que había que estar ciego o ser muy estupido para no darse cuenta... Pero eso no importa ya.
Cómo le dije hoy a M, lo verdaderamente triste no es que alguien no aproveche la oportunidad de amar a otra persona, sino que lo verdaderamente triste es que ese alguien no se de cuenta lo que está perdiendo...
Recuerdo esa parábola de Jesús en la que enseña que el reino de los cielos es cómo tesoro que está enterrado, pero el que lo encuentra lo vuelve a enterrar y vende todo lo que tiene para comprar en terreno donde está ése terreno...
En el ejemplo de lo que acabo de escribir, lo verdaderamente triste es que ese alguien ni siquiera en capaz de ver el tesoro, ni su valor, quizá se da cuenta que es algo bello o valioso. Pero no sabe verdaderamente su valor, eso es lo triste, que esa persona lo este perdiendo todo, sin perder nada, porque no se da cuenta de eso.
El boleto costaba 200 pesos, en ese momento no podía pagarlo y simplemente no le dije a ella que no podía pagarlo (quizá por vergüenza). Ella me reclamo que la deje plantada. Tenía razón, no le avisé que no podía, ni quería verla. Pero me dijo que a nadie le permitía ese tipo de grosería. Fue entonces cuando pensé (cómo lo pienso ahora) que era injusto, porque no era posible que yo la amara tanto y ella no se diera cuenta de eso, después de todo lo que yo había hecho por ella...
Hoy me doy cuenta que ni todo el amor del mundo hace que otra persona perciba esas cosas (ellos pierden todo, sin darse cuenta que lo están perdiendo)