martes, abril 14, 2015

La escena de los hielos

Para Javier Hernández

Como canta Sabina, se llamaba, Dolores.... Yo recuerdo que la tarde era justo como ella, luminosa y radiante, pero con unas nubes oscuras y grises que amenazaban con su lluvia fría. Estábamos comiendo en un Sanborns de la calle de Salamanca, habíamos ido allí porque estaba cerca de su casa. Yo tenia una tos infernal, como siempre... La mesera llevó las bebidas y la mía era un vaso con agua de limón, como recuerdo que en el exterior del vaso se habían formado gotas de agua, producto de la condensación, el interior del vaso tenia varios hielos. Justo cuando había colocado el popóte y estaba a punto de beber, ella quito el vaso de mis manos y le dijo a la mesera que me cambiara la bebida por una sin hielos. Y justo en ese momento, me enamore de ella. Esta escena ha quedado registrada en mi memoria como la escena de los hielos. Fue un gesto tan pequeño pero tan importante que cambió mi forma de quererla. Para mi, en ese pequeño momento, ella se preocupó por mi, hizo lo que nadie nunca había hecho, y lo más importante, me enseño como se siente que alguien te quiera, que le importes a alguien, aunque sea en una cosa tan sencilla como procurar que no te mueras de tos por beber algo frío.

Las cosas no fueron como yo esperaba que fueran, pero esa es otra historia, lo que quiero contar es que, a lo largo del tiempo, en las conversaciones con mis amigos -hombres quiero decir- cada uno tiene sus propias escenas, momentos que les permitieron sentir que eran comprendidos, como cuando Sabato escribe que Juan Pablo Castel se sentía "comprendido" por Maria Iribarne en la famosa escena de la ventana.

Sin embargo, después de algún tiempo, uno se da cuenta de que ese pequeño instante puede ser, incluso, un espejismo, algo que solo existió en ese momento.


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